Mujer en busca del ciclo perdido

Laurent Sinnott
Hoy es luna nueva. Negra, oscura, sangrante. Empieza mi ciclo menstrual. Paso a paso, retiro mi energía del mundo terrenal para centrarla en el mundo espiritual. Entro en la fase de la bruja, descrita por Miranda Gray como la etapa mensual donde se manifiestan la sabiduría y la estabilidad en la mujer. Momento para dormir, soñar, frenar el ritmo de la vida y escucharse a una misma.

¿ESTÁS ENFERMA?

El sistema represor al que estamos sometidas nos ha hecho asociar la menstruación al dolor, la impureza, la debilidad, el incordio, a la maldición. “¿Estás enferma?”, me preguntaba una amiga refiriéndose a si tenía la regla. Si estoy enferma lo lógico es que me someta a cuantos medicamentos existan: las píldoras anticonceptivas son un excelente método para regular el ciclo y paliar los dolores menstruales, diría cualquier experimentado ginecólogo. Para no correr el riesgo de que mi enfermedad se note puedo usar tampones invisibles y compresas odor fresh. Y por si todo esto no es suficiente, las últimas investigaciones científicas estadounidenses me ofrecen una píldora ya testada que elimina la menstruación durante ocho meses. La enfermedad, concepto creado por la medicina alopática, está muy lejos de entender todo lo que representa para una mujer su ciclo menstrual. La energía vital que nuestro cuerpo invierte en la gestación de lo que podría haber sido un bebé -la creación de 23 cromosomas que al unirse con los 23 masculinos crean el feto-… se deshace en sangre que ayuda a depurar nuestro organismo. En la antigüedad, las chamanas y curanderas utilizaban este “estado alterado de conciencia” para aportar al mundo claridad y conexión con lo divino, sostiene la antropóloga Casilda Rodrigáñez.

EL CICLO MES-TRUAL

A nivel científico, la regla actúa como un proceso de autolimpieza mensual que protege el aparato genital femenino y refuerza el sistema inmunológico, ya que la liberación de estrógenos potencia las defensas del organismo, aumentando la resistencia de los glóbulos blancos. A nivel psicológico, la doctora Northrup en su obra Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer ha comprobado que el ciclo menstrual rige la información y la creatividad. Las mujeres atravesamos dos fases en nuestro ciclo lunar, según Northrup. La fase folicular, desde el principio de la menstruación hasta la ovulación, en la que el aumento del nivel de estrógeno acompaña un aumento de la actividad del hemisferio cerebral izquierdo, la cima de la expresión del mundo exterior; y la fase lutea, que transcurre desde la ovulación hasta el principio de la menstruación, donde entramos en un estado de evaluación y reflexión en el que se activa el hemisferio derecho, el relacionado con la intuición, con la sensibilidad y el saber interior.

TODAS MIS MUJERES

En Luna roja: los dones del ciclo menstrual, Miranda Gray asocia cuatro arquetipos femeninos a las cuatro fases del ciclo lunar: la doncella, la madre, la hechicera y la bruja. Si estuviéramos en sintonía con los tiempos naturales de la luna, a todas las mujeres nos vendría la regla con la luna nueva y ovularíamos con la llena. Ser conscientes de esto, llevar una buena alimentación y eliminar píldoras anticonceptivas y otros elementos que nos esclavizan al sistema sería suficiente para que, según la autora, nuestro ciclo se autoregulara. La doncella se manifiesta en la luz y claridad de la luna creciente. Lugar en el que la mujer es más dinámica y enérgica, es un momento ideal para empezar nuevos proyectos. Después, una es madre en la intensa luz de luna llena. Durante la ovulación, bajo la influencia de este arquetipo, las mujeres experimentamos una expansión interna y externa del amor, nos centramos en los demás seres, somos capaces de alimentar, proteger y dar sustento. Según Gray, esta es la mujer que nuestra sociedad ha desprestigiado, degradando la figura del cuidado y la entrega y enalteciendo a la doncella, radiante siempre fuera de casa. El misterio y la pasión de la hechicera se presentan con la luna menguante. Empezamos a descender a las naturalezas femeninas más internas: la sexualidad, el magnetismo, la atracción, la magia, la creatividad, la conciencia, la ensoñación. Finalmente, en luna nueva vuelve la bruja con el sangrado de vida, que como el invierno y el negro, busca lugar en la introspección.

MADRE HERIDA

“Además de conocernos y sanarnos a nosotras mismas es nuestro deber sanar la Tierra”, apuntaba Nora Díaz, abuela invitada al 4º Encuentro de Mujeres para Sanar la Tierra y mensajera de los mamos. Los mamos son las autoridades espirituales de los kogi y arhuacos, comunidades indígenas que viven en la Sierra Nevada de Santa Marta (para ellos, el “corazón del mundo”) y dedican su jornada a la limpieza espiritual de su territorio -hoy día terriblemente amenazado- y de la Tierra entera.
Con “sanar la Tierra” Nora Díaz se refiere a recuperar los lugares sagrados de cada territorio, actualmente desconocidos no sólo en América sino en todo el planeta. “Todo en este mundo tiene un padre y una madre -cuenta Nora- y quien está herida ahora es la madre, la parte femenina del mundo”. Para los mamos, la mujer es el pensamiento: lo primero en la creación, el vínculo directo con la Tierra. “El territorio corresponde a las mujeres, como también les corresponde hacer cumplir la ley natural”. Para ello, es imprescindible recuperar la educación de nuestros hijos, sostiene esta sabia mensajera de los mamos. Para ella, la enseñanza formal con sus rígidos programas de estudio occidentales han alejado al niño del ambiente materno/familiar y, en consecuencia, su comportamiento es clónico al de la sociedad dominante.
“El futuro es incierto, lo que está atrás es lo que contiene el conocimiento y así es como se puede conservar la Tradición; con la Tradición se conserva la cultura que es la que nos dice cómo conservar la Naturaleza”. Según Nora, las conquistas sociales de la mujer del siglo XXI son un engaño, la mujer tiene que volver a valorar sus cualidades naturales, y el hombre también tiene que sanar su parte femenina. “El desequilibrio es de todos”.

ENCUENTRO PARA SANAR LA TIERRA
Con esta profundidad hablaban todas las abuelas llegadas de distintas partes de Latinoamérica. Cada una traía un mensaje diferente, algunas procedían de comunidades indígenas, otras venían directamente de Buenos Aires u otras ciudades. Pero en algo estaban todas de acuerdo: en el cambio que estamos viviendo las mujeres tienen que recuperar el poder perdido. “No se trata de volver al matriarcado, eso ya pasó hace 5.000 años -aseguró Kita Ka- así como también está acabando el patriarcado. Lo que viene ahora es la unión entre lo femenino y lo masculino”.
Entre danzas circulares, respiraciones ováricas y paseos por el Río San Marcos, transcurrieron los cuatro días del encuentro, que culminó en un gran círculo de 300 mujeres que rodearon como un útero a los hombres presentes, los cuales, en un acto casi ritual, se arrodillaron y pidieron perdón a la mujer y le dieron las gracias por la vida. Entre las talleristas, no puedo dejar de mencionar a Angelina Ataide, portuguesa residente en Brasil, que lleva dos años viviendo de luz. No sólo ella, sino toda su familia y muchas personas de su comunidad, Piracanga, en la que están creando “un nuevo mundo”. Según esta mujer no es necesario ingerir alimentos sino que podemos alimentarnos directamente del origen, el sol, tomando real conciencia de nuestra respiración y de los seres de luz que nos acompañan.
Paloma Awiman, de Perú, que parecía la más anciana de todas y que sólo hablaba su lengua ancestral, hizo una ceremonia del tabaco que acompañó con unos cantos y rezos que emocionaron todas las almas allá reunidas.

PUTA YO, PUTA TU MADRE

La sexualidad de la mujer también fue un tema primordial en el encuentro. Según los mamos, el estallido de volcanes es un síntoma de las relaciones sexuales tóxicas en la Tierra. No podemos pasar por alto la historia de sufrimiento y dolor que la mujer ha grabado en su cuerpo y en el inconsciente. Latinoamérica, en particular, fue poblada por hombres conquistadores que cuentan como sus mayores hazañas la cantidad de indias que violaban cada noche. Pero la represión es global. España tiene el índice más alto de Europa con 60.000 abortos voluntarios al año (cifras oficiales, seguramente muchos más) y la mayoría, mujeres entre 18 y 24 años. Kita Ka alertó: “El aborto hace abortar. Trae consecuencias nefastas para la mujer y también para el hombre”.
La prostitución es otro síntoma más del desequilibrio entre masculino y femenino. No es síntoma de liberación ser una “trabajadora sexual”, sino fruto del patrón instaurado que clasifica el cuerpo de la mujer como una mercancía. “Puta yo, puta tu madre”, es uno de los gritos de la manifestación que está dando vueltas al mundo, la Marcha de las Putas, refiriéndose a que todas somos putas, pero no vendemos nuestro cuerpo. Todas tenemos una “puta interior”, como dice la mexicana Ana Silvia Serrano, que manifiesta la naturaleza salvaje que las mujeres llevamos dentro. Ampliar el concepto de puta para trascender el insulto que todas sufrimos. Puta, porque no puede seguir siendo cierto que tres de cada diez mujeres nunca hayan sentido un orgasmo (cifras de Argentina).
La mujer es símbolo de la madre nutricia, de la tierra, de la abundancia, de la alimentación, de la creación en sí misma. Pero también es una representación del deseo y el placer sexual, del cuerpo, de la tierra. Esto ni es impuro ni característico de inferioridad espiritual del hombre, como nos intentaron hacer creer con Maria Magdalena o con Eva y la manzana. Y nuestra “puta interior” ni por asomo se acerca a las chicas de plástico que enseñan sus escotes por la televisión.

BLOQUEAR NUESTRA SEXUALIDAD PARA CONSTRUIR PODER
LA ANTRÓPÓLOGA CASILDA RODRÍGAÑEZ DICE...

 “En la especie humana para establecer una sociedad de esclavos/as y de acumulación de poder, había que cambiar el ser humano, cortarle las raíces; lo que quiere decir, bloquear su sexualidad para disminuir su vitalidad, introducir un estado de carencia y de necesidad. Esto se consigue eliminando la sexualidad materno-primal, una verdadera castración que se inflige a todas las criaturas humanas. Entonces, eliminada la sexualidad básica y establecido el estado de carencia, se organiza un chantaje emocional y sistemático para irnos llevando adonde se nos quiere llevar (se aprende a obedecer para ser aceptados/as y sobrevivir); este chantaje subyace en todo el proceso de socialización -que en realidad es una domesticación. Vivir en función de los deseos hace un ser humano libre, lleno de fuerza, iniciativa, etc.; pero el vivir en la carencia y en la necesidad, bloqueado el desarrollo anímico y sexual, nos lleva al estado de sumisión. Por eso es tan importante la madre: ahí es donde se cortan las raíces de la vida humana. San Agustín dijo: "Dadme otras madres y os daré otro mundo". En lugar de una maternidad que organiza la expansión del erotismo y del placer y del complacer a las criaturas, con una madre cuya pasión es el bienestar de su prole (que es para lo que sexual y fisiológicamente estamos preparadas), se construye una maternidad patriarcal de madres que 'aman' con el corazón en el mejor de los casos, pero no con la tripas. Madres frías, distantes, capaces de dejar a los niños llorando; madres insensibles a los deseos e indiferentes al sufrimiento de las criaturas. Por eso se destruye la sexualidad de la mujer, para cambiar la maternidad. Se somete a la mujer para organizar una procreación en la asepsia libidinal, con cuerpos de mujer privados de sus deseos y de su sexualidad”.