por Russ
McSpadden / arte por Jill Lavetsky
En algún
lugar en las afueras del viejo pueblo minero de Ruby -no es nada más que un
pueblo fantasma- y no tan lejos de la frontera Arizona/México, corrimos detrás
un grupo de migrantes. Ellos se movían rápido atravesando el cañón que cruza
San Luis y las Montañas Atascosa. Eran jóvenes, mayormente mujeres, y estaban
nerviosos. Les ofrecimos agua, comida, con algunas palabras en español, y el
guía me ofreció agua y comida, en inglés. Él estaba inseguro de mis
intenciones. Yo expliqué que vimos a la migra por la carretera de Ruby y luego
nos despedimos – good luck, buena suerte. Ayudando en la lavada de ropa vi que
el grupo se detuvo a recoger unos calcetines que habían dejado en una cubeta.
Un par de calcetines viejos manchados de sangre se quedaron colgados en un
árbol de manzanita.
Una semana
antes, un buen amigo formó parte de un equipo humanitario que encontró el
cuerpo de una mujer joven, quien había fallecido unas horas antes en medio del
desierto abierto a un par de millas de Ruby. Se supone que el grupo de ella fue
dispersado por la Patrulla Fronteriza por helicópteros, por drone (aviones
piloteados a control remoto) o hombres a caballo, y ella se perdió a causa del
pánico y se desvió hacia la sección del Parque Nacional Coronado para morirse
de sed. A través de un contacto, mi amigo se enteró que la mujer estaba
buscando a su esposo y a su hijo en Texas. Su esposo lloró al teléfono cuando
se enteró de las noticias.
Un poco al
norte de aquí, en los alrededores de Arivaca, está uno de los cientos de controles
de la frontera que están distribuidos a lo largo del sur de Arizona.
“¿Ciudadanos americanos? pregunta un guardia. No hay preguntas sobre si somos
movilizadores de droga, o si nos han sancionado. Pienso que él probablemente
sabe del auto y de los sospechosos que han
estado
proporcionando ayuda a migrantes indocumentados. El oficial no pregunta si
hemos encontrado a gente herida o muerta. No les importa la sangre que se
derrama en el desierto, que se seca y se cocina en las rocas sedimentarias del
duro suelo.
Un punto de
control es un pequeño componente impersonal del sistema de control de la
frontera, una parte del control estatal sobre la migración humana, el trabajo y
la solidaridad en contra del Imperio. El aparato de vigilancia nos miraba
fijamente desde la carretera, una barra gigante llena de docenas de cámaras,
balanceándose con el viento, burlándose de
los cactus
ocatillo que hay por todos lados. Le pregunté al guardia si sabía que el nombre
del Parque Nacional Coronado se le dio después que un conquistador, quien
después de obtener brutalmente grandes extensiones del noroeste de México,
cruzó por el área que ahora es conocida como la frontera, encontrando oro y la
conquista. Le pregunté si sabía que el recorrido de Coronado está ubicado dentro
del área de trabajo que ahora resguarda la Patrulla Fronteriza. Dijo que no
había escuchado esto – con su tono demostró que le aburrió la historia- y nos
dejó pasar.
No hay duda
de que el Parque Nacional, como cualquier área silvestre compartimentada, cuenta
con episodios de asesinatos, tiranía, y al mismo tiempo, es resguardada por la
policía, la guardia nacional, y milicias de derecha, para detener el penoso
viaje de los pobres. No hay duda que la policía imperialista los ha alejado de
las tierras de sus familiares.
Hoy en día
cerca de 700 millas de muro cruzan la frontera de 2,000 millas entre Estados
Unidos y México. Otra infraestructura – equipo de vigilancia, torres gigantes
con cámaras y sensores y miles de millas en carreteras para las patrullas-
irrumpen en el paisaje fronterizo rico en diversidad biológica. La
intolerancia, la homogeneización y la hiper seguridad que necesita el Norte,
abiertamente apoya al racismo y al ecocidio en la frontera. Como un estado de
vigilancia, se enfoca en todos los ángulos, mirando todo, miles de humanos y no
humanos mueren, perdiéndose las antiguas y necesarias rutas de los migrantes.
En el 2009
el último jaguar en toda Norte América fue inducido a la muerte por la
eutanasia por el Departamento de Estados Unidos encargado de Peces y de la Vida
Salvaje. Pero la frontera hace un corte en su ruta natural que viene desde el
norte de México. Es inconcebible que ahora esté muerto. Como ocelotes, borregos
cimarrones y berrendos, todos están en
peligro, y
están siendo privados de sus rutas migratorias. Para facilitar el cierre de la
frontera, y para demostrar las prioridades del gobierno, que contiene el
movimiento de la gente desde una economía que está bajo ataque por los
intereses de Estados Unidos, el Congreso no aplica las leyes medioambientales
que interfieren con la construcción. El director de Seguridad Nacional, Michael
Chertoff, no aplicó la Ley de Gestión de Zonas Costeras, la Ley de Medio
Ambiente Nacional, la Ley de Especies en Peligro de Extinción, la Ley de Aves
Migratorias, la Ley de Agua Limpia, la Ley de Aire Limpio y la Ley de
Preservación Histórica Nacional, en nombre de la seguridad nacional.
Para
facilitar el cierre de la mente de las personas, el estado de Arizona, a través
de la Ley HB2281, ha retirado la materia de estudios étnicos en todos los
grados escolares. La ley también prohíbe “lo que promueva derrocar al Gobierno
de Estados Unidos”. La conexión entre miedo, racismo, homogeneidad, destrucción
ambiental y la necesidad de seguridad estatal se hace cada vez más obvia.
Las
fronteras naturales son fluidas, cambiantes – son negociadas a cada paso. En
donde se mezclan la autonomía y la relación colectiva. Los cuerpos, los humanos
y los otros, son fronteras hermosas. Los dedos, los labios, los ojos, las
colas, los tentáculos y los bigotes, todos negocian un espacio, para ser
acariciados, por la libertad, por las relaciones, por la comida, por el amor,
por el conocimiento y por el movimiento. Son frágiles y ya sea con límites o en
una reserva, ofrecen deseos, reciprocidad orgánica, los latidos del corazón y
los anhelos. Siguen las reglas del cielo y de la tierra, y necesitan de las de
la lluvia y de las físicas. También siguen las reglas de las relaciones y de la
reproducción. Las fronteras políticas son rígidas, controladoras, autocráticas,
asesinas. Ellas impiden darles vuelta, sin emoción. Ellas ofrecen los ritmos de
la abstracción y del control: himnos nacionales, discursos sobre nacionalismos,
sirenas, chistes de la policía a través de las ondas radiales. Ellas siguen las
reglas de las abstracciones: la propiedad, las ganancias y el progreso
tecnológico.
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De regreso a
Florida, me di cuenta que uno nunca deja la frontera. En Estados Unidos estamos
constantemente con su presencia. Muchos de mis vecinos hicieron el viaje a
través de Arizona y se les ve cierta reserva en sus ojos, en el movimiento de
sus cuerpos, que refleja lo que vivieron. Los agentes del Reforzamiento de
Migración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés), hicieron redadas en mi
pueblo, apartando comunidades, demostrando la dominación de la xenofobia y la
alienación a través de la intimidación. He visto desde mi azotea a agentes de
ICE, SWAT, y de comisarios allanando a los vecinos. Son cuerpos fríos,
tormentosos, feos y rígidos, armados con kevlar (un material para ropa
antibalas), municiones, cascos, goggles, guantes y rifles. No son del todo
cuerpos. Son más como muros fronterizos. Tan largos como todos los tipos de
fronteras que existen, del tipo que atrofia el movimiento de los cuerpos y el
intercambio de vida, que corta los vecindarios y las línea divisorias de las
aguas y de las mentes, la naturaleza y nuestro lugar, los cuales permanecerán
como una parte del Estado.
Después de
que los helicópteros y la policía se fueron, los amigos y aliados de las
víctimas, entramos a la casa para ver si alguien estaba todavía allí, si
alguien necesitaba ayuda. Algunos ayudamos a limpiar el desorden que quedó por
la intromisión de la policía, el portón chueco, las sillas tiradas y la puerta
rota. Después de que los helicópteros se fueron, me
enteré que
una bandada de ibis jóvenes regresaron al patio y también regresó el halcón de
Cooper a su percha en el árbol de mango. Luego la comunidad empezó a
reconstruirse. Lo mismo será cuando el muro fronterizo sea expulsado de la
tierra sagrada que actualmente nos atormenta.